... Hoy Richard no pasó por mi ventana, quizá ya no lo hará. Salgo al pasadizo, me cruzo con mi hermano, desciendo, entro a la sala, al comedor, él nunca toma desayuno con nosotras, se prepara un sándwich y se despide, mamá está con el mandil naranja, me saluda sin voltear, la saludo mirándole la espalda, me siento a esperar, ella es muy servicial, siempre se levanta temprano se hace una cola ajustada y de inmediato empieza a trabajar. Se sienta conmigo, cruzamos algunas palabras, por lo general las mismas de todas las mañanas a excepción de los domingos, que todo es silencio, ninguna palabra de parte de los 3. Me pregunta que tal el trabajo, si ya se animaran a hacerme un contrato, le digo que falta un mes para que terminen mis prácticas y empezare a cobrar el sueldo mínimo. Deposita muchas esperanzas en mi, sabe que mi hermano es un patán que no tiene interés en buscar algún trabajo, y esas clases de “sonidista” solo es un capricho por su afición a la música, y sabe que en cualquier momento mi papá dejara de pagarle el capricho, y el no hará más que vagar desde entonces, lo sé muy bien, porque sé con quienes para. Son varias veces que desde el micro lo vi con alguno de sus amigos en horas de clase, andando en la calle siempre con su guitarra, no quiero causar más preocupaciones en mi hogar, esto saldrá a la luz por sí solo.
Richard… Richard… en el capitulo XII mencionan que la persona a influir buscara la forma de aproximarse al influyente, pero solo fueron pensamientos, como es posible que simples pensamientos terminen alterando la conducta de otras personas, la mente es de uno, nuestros pensamientos definen nuestras acciones, no la de otros, esto está desordenado, esto no es posible, son solo delirios míos, a mi me gusta él, desde antes, por eso pretendo convencerme de que todo está adquiriendo un misterioso orden… al final el hará lo que siempre pasa cuando conozco algún chico, me buscara un par de veces más intentara besarme, luego se mantendrá ausente, hasta algún día olvidarse de mí, he escuchado tantos cuentos, cuentos mejor elaborados que lo de “susurros, pesadillas”, que estupidez. Tampoco estoy para seguirle la corriente, ya me aburrí. Listo Vanesa ya sabes quién es, incluso ya lo besaste, ahora… al diablo.
Ya con el uniforme puesto subía al micro, sus clases empezaban a las 10, llevaba consigo un pioner con unas separatas, un block de notas, y unos lapiceros. El carro se iba llenando en el transcurso, cada vez hacía más calor. Días iban desde que en su pecho se mantenía la misma sensación de vacío que asaltaba a Richard. Al aproximar las manos el corazón se mostraba agitado y sin embargo de forma simultánea parecía que había una concavidad intangible, imaginaba que su mano podía atravesar la piel y los huesos y tocar esa parte donde debería estar el corazón y no encontrar nada.
El tramo iba ser largo y aburrido, el sudor empezaba a caerle por la frente, deslizarse por sus parpados, el sol ya brillaba, la pista estaba llena de autos, en vez de oxigeno se respiraba carbono, le venía una silente nausea junto con una inevitable somnolencia, sin más y resignada además de confiada porque había salido temprano de su casa, recostó la cabeza. Arriba habían varias manos sujetándose del tubo metálico. Lentamente se fue entregando, la luz del día estaba tan intensa que aun con los ojos cerrados veía rojo o varios colores tenues, todo aquello resultaba hipnótico, la espiral de colores y sonidos la fue absorbiendo alejándola del bus, de la pista, de su cuerpo, sus sentidos pronto ya no respondían a su entorno, su ser se volvía expectante de una escena, en una cocina… Era ella, Vanesa cocinaba algo, Richard estaba atrás en la mesita, era su casa, platicaban… ambos acababan de levantarse, estaban despeinados y felices.
Lo que hacía ella era exprimir unas naranjas, en la waflera se tostaba un sándwich mixto. Ellos hablaban de varias cosas a la vez, parecían una pareja de recién casados, Richard la veía de izquierda a derecha entre el lavatorio, la cocina, y la Waflera, pero solo veía su espalda, no se dio cuenta del polvillo que Vanesa echó en su jugo de naranja. Se sentaron juntos, ella no tomaba nada, en su rostro se translucía una ternura casi maternal se mostraba tan solo contenta de verlo comer a él, Richard probó el vaso, le dio mordidas al sándwich ella no hablaba casi nada, quien estaba totalmente suelto relajado y feliz era Richard, no cesaba de contarle cosas, de comentarle de sus días, de reafirmarle lo bella esta hoy, sobre lo bien que la pasaron anoche. Vanesa tan solo correspondía sus risas y miradas, y de rato en rato observaba los sutiles cambios, cuando se detenía de hablar bruscamente porque se había olvidado lo que estaba diciendo y hacía un esfuerzo por recordar, miraba al suelo un momento como si abajo estuviese escrita la respuesta, se tocaba la frente, le sonreía tontamente a Vanesa, hasta que pronto ya no tenía más palabras, había confusión, cogió el vaso y bebió más del jugo haber si se “reponía”, entonces bebió de golpe casi por completo, pues antes de terminarlo ya había perdido el conocimiento, pero su cuerpo no cayó al suelo. Vanesa fue rápida, se puso detrás lo abrazó por debajo de los hombros, seguidamente lo arrastró hacia la sala y lo dejó tendido un momento en la alfombra, se retiró por unos minutos y al volver llevaba consigo unas herramientas quirúrgicas en una envoltura de cuero, con alcohol desinfectó una a una, con la tijera le abrió el polo, preparó el bisturí, pero antes palpó haciendo presiones sobre la piel, al encontrar algún lugar indicado remarcó con un plumón un círculo punteado donde luego surcó con paciencia el filo del bisturí levantando segmento por segmento la piel y la carne, lo hacía de tal forma que no salpicaba casi nada de sangre, y las gotas que sobresalían eran limpiadas con un paño aséptico, pronto un sonido empezó a invadir todos los espacios, mas eso no la desconcentraba, el sonido salía de las paredes, del suelo, del techo, yacía en el mismo habiente, en el tiempo, eran pálpitos de un corazón saludable, pálpitos lentos, lejos de turbarla la tranquilizaban, era como una melodía para ella.
Un remolino me absorbió apartándome de ese suceso y caí de nuevo en el bus, mirando la calle calcule más o menos el tiempo en que me mantuve dormida, ya estaba llegando a la Av. Arequipa, debieron haber sido 25 minutos. ¿Acaso Richard tenía sueños parecidos? Pocas veces recuerdo mis sueños, al despertar, las imágenes se borran una tras otra, veo el final de cada una en milésimas de segundos y no rescato ninguna, pero de este sueño recuerdo todo, lo que más temor me da es mi actitud, tan sosegada, tan segura, tan fría, tan… como tanto quisiera ser, es que soy todo lo contrario, sin duda esa no podría ser “yo”...
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