miércoles

Caminando.

Pero gran parte se lo acabo cuando fue a visitar a Maira, una antigua amiga del colegio a quien veía muy poco, en parte por la distancia, también porque el lazo de amistad no era tan compacto, a menudo se comunicaban por Messenger donde se contaban algunas cosas, ella le pedía algunos consejos, le mostraba los poemas que en momentos de tristeza escribía, no se los mostraba a nadie más por temor a que se burlen, siempre quedaban para verse y fumar un porro mientras charlan, pero pocas veces se daba, en ocasiones ella visitaba a una amiga suya que vivía en Salamanca y entonces aprovechaba para saludar a Martín, después no se volvían a ver por bastante tiempo, ahora que vivía sólo era buen motivo para ir a buscarla.


La hierba me da miedo, no sabes, una vez me caí de cara, mis amigas dicen que aún así me seguía matando de la risa. ¿Por qué mejor no me traes coca? Le decía Maira, Martín estaba sentado en la silla al lado de la ventana, Jaime dormía en la cuna, estaban esperando escuchar de una vez que toquen la puerta, sería la vecina a quien Maira le pagaba para que lo cuide cada vez que salía. Vivía en Breña por el Museo de Arte, en un edificio de siete pisos, su padre y hermano mayor estaban en Japón trabajando, ella por su lado aprendía el idioma en el C.C. Peruano Japonés para ir también algún día, vivía en ese mini departamento junto a su madre e hijo, el padre de Jaime tampoco estaba en Perú, huyó de sus responsabilidades hace varios años, ella lo mantenía gracias a su suegra quien sí se encariño con el bebé y le brindaba apoyo, al margen de todo Maira nunca perdió su espíritu libertino, ni su linda figura, ni su personalidad aunque ella diga lo contrario: extrovertida. Cada fin de semana se escapaba con amigas(os) hasta el amanecer, dar una vuelta fumándose un wiro con Martín no era nada comparándose con sus habituales formas de entretenimiento.
Lo encendieron en la avenida, Martín le dio las primeras pitadas, Maira con aparente nerviosismo miraba alrededor por si había alguien cerca, según ella no probaba casi nunca la marihuana, prefería la coca porque era “caleta”, no te ponía estúpido, nada de ojos rojos, ni te dejaba ese terrible olor en la ropa, aún así no podía negar que era grato el momento que te hacía pasar. Caminaban despacio fumando sin cesar, absorbiendo inmensas bocanadas de humo, mirándose mutuamente con los ojos desorbitados, haciéndose muecas, soltando las primeras risas, en la esquina se les cruzó un señor con una bolsa de pan que sin duda se dio cuenta desde antes, mirándolos canturreó evocando el clásico corito de ese tekno, ¡Vuela, Vuela! Maira se asustó, prefirió caminar más rápido. Unos cuatro pasos después ya no recordaban al señor, estaban perdidos en conversaciones sin sentido, planificando otra salida, viendo a donde irían ahora con los ánimos exaltados, se les ocurrió dar un paseo por Marina Plaza. En el micro no dejaban de hacer bulla, molestando a los demás pasajeros, él le jalaba el cabello, ella lo pellizcaba, le tiraba rodillazos, por fracciones de segundo se daban cuenta lo idiotas que lucían, pretendían controlarse manteniéndose inmóviles, sin decirse nada, pero no les duraba mucho, volvían a matarse de la risa, hablando en voz alta sobre cuando estaban en el cole, recordando a la china Mercedes, cuando la empleada los agarró a los tres con apenas once años fumando cigarrillos en su cuarto, cuando él le tiró una paloma muerta en su falda nueva. Bajando encendieron el otro wiro, no es que el efecto aya desaparecido sino que se les antojó subirse al barco pirata, deseaban estar mucho más “locos” para cuando empiece el juego. En la entrada el chico que manejaba el juego la piropeó, mientras esperaban sentados que más personas lleguen este no despegaba los ojos de Maira. Nadie más vino entonces lo hizo funcionar, Maira gritó, chilló, insultó, alzaba las manos, apretaba los parpados, incluso hizo demorar más el juego solo por verla así, de cabeza, con la adrenalina al tope.

Saliendo fueron a devorarse unas hamburguesas, luego un helado. Caminaron largo rato de regreso antes de tomar un micro ya cansados, sin la misma euforia de antes pero con las mentes aún propensas a divagar, Martín le contó su más reciente historia, desde el pleito con sus viejos por la improvisada fiesta de año nuevo que hizo sin permiso. Su casa quedó hecha mierda, no contaba con que su hermano regresara tan temprano para ver el desastre, aunque desde antes que llegase tenía claro que de esta no se salvaba, no se explicaba porqué en algún momento pensó que iba tener tiempo para todo: para meter a todo el mundo, para beber sin parar hasta las 3:00 am, luego hacer que se vallan y ponerse a arreglar, a limpiar las huellas del delito. No fue así, cuando su hermano llegó vio puros jóvenes embriagados, después de botar a gritos a todos Martín decidió irse con ellos olvidándose del estado en que estaba su casa, se imagina a su hermano aterrado de pie sobre una gran inmundicia. La juerga continuó, se colaron en una fiesta desconocida, fue fácil acoplarse porque todos estaban igual de bebidos sólo querían divertirse, compraron más cerveza, más trago, concursaban entre ellos quien bebía mas rápido, sin entender cómo estaba besándose de forma irrefrenable con una trigueña que apenas le presentaron, el cielo se aclaraba, algunos de sus amigos yacían en el suelo durmiendo, la orquesta se despedía, Jimena (La trigueña) rogándole a media lengua para irse a un hostal, él sin ni una moneda en el bolsillo, el sol salía, todos se daban la mano, besitos en el cachete, chau, cuídense, hasta luego. Habrían sido casi las diez de la mañana cuando Martín llegó, le abrieron la puerta, alguien le hablaba en voz alta, con lisuras, él sin hacer caso caminó por el pasadizo hacia su cuarto, cayó en la cama, perdió el conocimiento hasta las cinco de la tarde. Al abrir los ojos lo primero que vio era su brazo pintarrajeado con tinta azul, 997411026 Jimena, los sucesos de la madrugada se reprodujeron en su cabeza con violencia, en desorden, ¿Que carajo pasó? Se levantó, en el comedor estaban sentados sus padres, su hermana pequeña, su hermano mayor, la empleada trapeaba por la sala, era fácil reconstruir la historia, después de irse su hermano los llamó contándoles lo que había sucedido, ellos regresaron de inmediato desde el club en Chosica, Irene había tenido un arduo trabajo limpiando los charcos de licor, el vomito por la cortina, las colillas esparcidas por cada rincón, algunos preservativos en la cocina. Sinvergüenza te vas de esta casa ahora mismo, fue lo primero que le dijo su madre al verlo despierto, Martín miró hacia la puerta, delante estaban sus maletas echas. Que maldita tu vieja, ¡Asu! No se me parece extremista que te boten sólo por eso, Comentó Maira, Admito que me lo merecía, nunca había echo semejante pendejada, pero sí me porte mal muchas veces,  para ella fue el colmo, no lo soportó, le contestó Martín. ¿Qué hiciste cuando te dijo eso? No me digas que te fuiste ese mismo rato, Maira había comprado un Lucky en un quiosco, con los ojos lo animaba a continuar, Le pedí que me de hasta el día siguiente para buscar donde vivir, esa tarde salí y me encontré con Diego en la casa de Paul, unos patas del barrio, resulta que a él también lo habían botado, es que el weon embarazó a su jerma, los dos son menores de edad, aún así le dijeron que se largue, como a pesar de todo están enamorados quisieron intentar vivir juntos, ya que yo también la cague me uní a ellos, será más fácil si se paga el alquiler entre tres.          

Cuando te compres una tele y un DVD, me pasas la voz para visitarte y ver unas pelas, le guiñó el ojo ; Y fumar otro wiro, Dijo Martín, ¡De echo! Respondió Maira. Se despidieron en la entrada del edificio sabiendo que no volverían a verse en varios meses, Martín regresó tomando un micro en la Av. Wilson, en la bolsita le quedaban un par de moños que se fumó al día siguiente cuando estaba solo en su cuarto.

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