Un callejón más...

... ni un carro, ni un perro, ni un mendigo, la vereda angosta y larga, con un par de postes uno encendido, el otro parpadeando, su menudo cuerpo se camuflaba bien entre ellos, por eso no vio ni su cabello rubio, ni su falda roja, ni la cartera negra salpicada de diamantes falsos, hasta pasar muy cerca de ellas, todas giraron hacia él.

Le sorprendió lo que vio, o lo que no vio. No vio un drogadicto de ojos rojos suplicándole que se la toque un rato, tampoco un viejo desparramado con olor a trago y tabaco queriendo meter mano, vio algo tan inusual, un jovencito en desarrollo, con una mochila, no olía mal, su mirada era despierta aunque muy vacía, tenía una boca pequeña bastante seria, ¿Hola como te llamas? Miguel siguió avanzando, pero sintió su mano cogerle el codo, ¿Tan rápido te vas? ¿Ni me respondes? Una vez más Miguel escucho esa voz desentonada, éste no le intimidaba tanto, no eran tan alto como otros, además la cara no la tenía tan equívocamente retocada, incluso le pareció “bonita” Me llamo Miguel, este… ya me tengo que ir, antes de seguir quiso preguntarle también, ¿Y tu?

Sacó un lapicero, le remangó la polera, Soy Xiomara llámame cuando quieras lindo. Le volvió a cubrir el brazo ¿Espera, que haces por aquí, estudias?

Miguel contestó que sí, que otro día vendría más temprano, que ya se paseó bastante. ¿Y el de aquí? ¿También quiere irse? Dijo Xiomara sobándole la entrepierna, Se empieza a sentir cómodo conmigo, se está despertando. Miguel se empezaba a agitar, sus dedos no era tan desagradables, y en efecto sufría una indecisa erección. Ya que no me dices nada, Continuó Xiomara, Veremos pues, Metió la mano dentro del pantalón sin desabrocharlo, hurgando en la ropa interior, estirando los elásticos, cosquilleando los bellos púbicos, hasta dar con su miembro ahora rígido, Que rico, Jadeó, lo cubrió enteró y sobó de adelante hacia atrás con el tacto con que Miguel se lo haría a sí mismo. Se sorprendió entrecerrando los ojos, abriendo la boca, inmóvil, deseando que continuase, sus dedos fríos se entibiaban con la fricción, no era tan difícil imaginarse con Xiomara en alguna cama a oscuras donde le continúe masajeando, ¿Y si me la chupas? Le preguntó Miguel, Xiomara con un movimiento de muñeca sacó por completo el miembro, se agachó lo miró un segundo, dio una lamida a la cabeza, luego lo mantuvo entrando y saliendo de su boca. Unas cuadras a las izquierda la camioneta del serenazgo apareció, Xiomara cesó volviéndose a parar, Aquí a la vuelta si tienes quince soles te saco todita la leche, Le dijo. ¡Si!.. No, no, hoy no… Te llamo, ya me voy, Dijo Miguel acomodándose el pantalón. Como tú quieras “Micky” te espero. 

No volteó mientras caminaba hacia la avenida, la silueta de Xiomara se hacía más y más pequeña detrás de él. Aún faltaba bastante para llegar, unas tres calles poco iluminadas cruzaban con esa recta, los edificios como columnas de oscuridad dejaban un tenue sendero en medio, permitiendo notar unas cuantas siluetas a los lados. Su frente sudaba, las manos le temblaban, entre las piernas le molestaba su media erección desvaneciéndose de a pocos.