Capitulo 10 del proyecto literario que me encuentro realizando.
¿Qué clase de enfermo es quien pasa la mitad de su vida con
el ojo detrás de una lente, buscando y buscando objetivos qué capturar?
En una ocasión su profesor de un curso llamado “Diseño
básico del encuadre” Les hablaba a todos los alumnos en general sobre una
característica en particular que comparten la mayoría de las personas que
tienen como afición la fotografía o el cine, La predilección que tienen hacia
las lentes, los distintos tipos de planos y encuadres se debe a un subyacente
fetichismo que tiene lugar en sus retinas. Son voyeristas.
Claro que aquellas palabras producto de una estimulante
asociación de ideas en un profesor que también era fotógrafo, sólo exponía una
teoría muy personal de lo que puede ser el motivo ulterior de la pasión que
rige la vida de un fotógrafo.
Sin embargo, justo en ese instante, Andrés empezaba a
percibir en carne propia lo que para entonces años atrás en un salón de clase
no era más que la absurda verborrea de un profesor inspirado.
Que Blanca se haya retirado así como así con esa chica que
apenas conocía, le causó mucha incomodidad. Blanca ni si quiera imaginaba un
poco la frustración que Andrés se encontraba experimentando. No se lo había
hecho saber, pero él en verdad hubiese querido que regresaran juntos al
departamento, y si fuese posible retomar los tiempos pasados cuando eran
compañeros en la facultad y su amistad ibas más allá de las simples sonrisas y
conversaciones. Sabía que de haber tenido la iniciativa de decirle para ser
novios ella hubiese dicho que sí. Pero por como se dieron las cosas por un
momento pensó que de marcar su relación con la etiqueta de noviazgo, todo podía
echarse a perder. Aunque el tiempo se encargó de definir que como novios o como
amigos, ambos terminarían por dividirse.
Rumiaba los recuerdos de esos tiempos universitarios. Poco
a poco lo fue admitiendo, pues hubo una temporada, es decir cuando ambos
decidieron mudarse juntos cada quien en su espacio, respetando mutuamente sus
límites, en aquel entonces, por ejemplo el segundo día después de la mudanza
aún sin algunos muebles. Abrieron un Tabernero añejo que Andrés robó de la colección
de su abuelo. Brindaron y bebieron alegremente compartiendo risas, anécdotas,
roces espontáneos de piel hasta que las circunstancias se dieron de tal forma
que la razón y la conciencia no tuvieron más lugar en el juego. Andrés la besó,
Blanca aceptó sus labios abriendo la boca y se amaron en el piso justo donde
ahora existe el sofá en que Andrés yace echado fumando los restos de marihuana
que sobraron de la noche anterior, sólo y torturándose así mismo en lejanos
recuerdos. Aquella rutina de bebida y sexo casual se repitió casi a diario
durante un mes. Andrés aun pertenecía a la facultad de odontología de U.S.M.P.
tenía familiares dentistas que se sostenían muy bien gracias a su profesión.
Sin embargo en aquellas noches recostado sin ropa junto a Blanca con la tácita
promesa de no involucrar demasiados sentimientos en el juego. A pesar de
encontrarse todavía mareado tanteaba en la oscuridad buscando su pantalón,
rogando porque todavía le sobre aunque sea un par de cigarrillos más… Entonces
sucedía…
… Tan sólo minutos atrás había estado entremezclándose con
el cuerpo de Blanca, sintiéndose uno con ella en absoluta sincronía, devorando
y consumiendo su cuerpo, bebiendo de su sustancia hasta ahogarse. Pero nada se
comparaba a quedarse ahí sentado contemplando su belleza influenciada por el claroscurismo
de la noche bajo esos contrastes que sólo una retina adaptada a la oscuridad
puede percibir. Así como quien modula el foco de una lente o las opciones Iso,
Exposición, Brillo, y sombra de una cámara.
Las primeras fotos que él tomo no fueron con lentes ni
filtros, sino con sus pupilas, con el rollo de su mente y el revelado de su
conciencia. Si él hubiese podido observarse a sí mismo en aquellas
circunstancias y comparar la escena con un fotógrafo que posiciona su equipo en
frente de un paisaje nocturno programando una larga exposición que le permita
captar los tenues e imperceptibles movimientos estelares. Él mismo se hubiese
dado cuenta que en ese momento de contemplación pura, por instantes incluso
perdiendo su naturaleza humana y elevándose a un plano metafísico, su ser
entero plagado de inmovilidad no se diferenciaba a una cámara de potentes
lentes sobre una trípode clavada en la tierra, hambrienta de registrar belleza.
No era necesario tocarla, en ese instante no le apetecía,
sus ojos y su mirada le hacían el amor. Andrés se dio cuenta que era un
apasionado, que su propósito en la vida era ser un artista, no podía haber otra
explicación a tan excéntrica conducta, sólo un loco podría estar haciendo y
pensando aquello, y si es que no era un loco al menos por el momento se trataba
de un artista.
La hierba lo único que hacía era enfrascarlo más y más en
sus cavilaciones, si le daba ganas de reír, reiría a carcajadas. Si quisiera
llorar, se entregaría a un estado de melancolía, frustración y paranoia. Y
blanca aun no llegaba.
Su cuarto era amplio pero desordenado. Habían varias
fotografías en la pared. Imágenes de objetos en primer plano, personas en su
cotidiano andar, mendigos, el tránsito, el mar, la profunda perspectiva de una
avenida, etc. Cerró la puerta con seguro, luego cayó sobre su colchón rebotando
como un tronco. Bocabajo. Entreabrió los ojos y en frente, a 5cm de su vista,
estaba el control remoto. Un grueso halo de resaca y cansancio rodeaba su
cabeza, estaba mareado, incluso empezó a delirar. Vió de pronto un pájaro volar
cruzando la vista de su ventana a lo lejos, pero antes que atraviese el
cuadrante estuvo más que seguro, que sus ojos como un zoom agudizaron el objetivo y pudo ver con suma claridad al ave que
volaba a quilómetros de distancia sobre los edificios. Vió la textura de sus plumas,
la aureola de su ojo, los aros de su piel, sus garras, el viento soplar con
fuerza. Cada detalle hasta el más mínimo lo observaba minuciosamente. Pero los
ojos ya se cerraban, el cansancio podía más.
El
sol de Domingo ya brillaba sobre las personas. Las calles algo vacías, la briza
un tanto fría entraba por la ventana de al frente, Blanca reposaba su cabeza en
el vidrio que correspondía su asiento en el bus. Ella no lo sabía, pero su
aspecto seguía siendo el mismo de cuando salió del baño. El reflejo de esa
mujer oscuramente sensual maquillada de sombra e indiferencia que la miraba
mientras ella se secaba las gotas de agua frente al espejo. Blanca no lo sabía.
La imagen que solía tener de sí misma todavía resultaba ser más fuerte. Se
imponía sobre cualquier aspecto de su personalidad. Podía empañar todo cuanto
esté dentro de ella, más al fin iba cogiendo independencia y ya no tenía poder
sobre su exterior.
Aquel
exótico sabor de ser otra la acompañó hasta minutos después de salir del cuarto
de Gladys. Afuera en la calle, volvía esa Blanca temerosa y tímida, responsable
y estudiosa. Introvertida, silenciosa, influenciable y llena de miedos.
“No importa dónde
estás, solo importa quién eres” Llegó hacia ella aquel recuerdo de cuanto tenía
doce años. Algunos domingos iba a una iglesia evangélica invitada por su
compañera de colegio, cuán difícil siempre le fue decir No, y terminaba en
lugares que no le despertaban el mínimo interés sólo por responder
automáticamente “Sí”.
Si sabes quién eres, no
importa donde estés, no importa hacia dónde vas, no importa quienes te rodean.
Y tú eres un hijo de Dios. ¿Amen? – ¡Amén! Respondían todos en la iglesia. Incluso
Blanca lo hacía, sólo por no desentonar con el resto.
Un
paradero cada diez minutos, vendedores ambulantes, personas que ingresaban a
bus a solicitar caridad después de un discurso sobre lo pésimo que les va en la
vida y lo difícil que es su presente carente de dinero trabajo y apoyo. Blanca
entregó una moneda de un sol más por inercia que por convicción.
Desde aquel día en que entró al departamento de Paulo como
si fuese una ladrona, y hurgar en sus pertenencias sintiendo todo el tiempo que
unos ojos la observaban desde rincones que ella no podía definir, le quedo esa
paranoica sensación de una mirada apuntando su espalda. Ella no lo notaba pero
cada cierto tiempo volteaba a ver quién era ese que constantemente ponía sus
ojos sobre ella. Lo hizo al salir del cuarto del Gladys en el pasillo, bajando
la escalera, sentada en el bus, incluso mientras subía en el ascensor. No había
ni una cámara de seguridad a la vista, sin embargo por un momento no cesó de
buscarla, y hubiese continuado así buen rato si es que el ascensor no se
detenía en el séptimo piso.
Antes de entrar al departamento hizo una pausa para
conversar consigo misma e intentar aclarar algunas cosas dentro. Sin embargo al
entrar fue como si aquellos ojos que la habían estado persiguiendo con mórbida
atención en ese momento se hicieran mucho más presentes. Una mirada incógnita y
silenciosa que la perseguía incluso en
los espacios de su propio hogar.
“¿Qué
te pasa Blanca? Acaso estas enloqueciendo… no hay nadie por aquí… bueno, sólo
Andrés, pero debe encontrarse tan borracho e inconsciente en su cuarto… supera
de una vez esto… nadie te está mirando, ni siquiera Paulo se dio cuenta que
estuviste en su cuarto… Nadie… solo nosotras lo sabemos. Sentir que alguien te
observa es algo tonto. Tienes sueño. Este par de días estuvieron cargados de
sucesos confusos e inusuales. Al menos en tu vida es así… ¿Qué es eso que te
empuja tanto a él? Si tan sólo lo conoces de vista, y a lo mucho tuvieron un
intercambio de palabras de 5 minutos, ¿Por qué inhalaste cocaína? ¿Porque
terminaste acostándote con otra chica? Mira más objetivamente las cosas… Nada
de esto es algo malo, Bueno entrar en la casa de otra persona sin su
autorización eso sí… pero el resto, ¿Por qué tendría que causarme algún
sentimiento de fatiga? Acaso a eso se debe esta paranoia… Por el momento sólo
tranquilízate, date un baño… y luego tienes que dormir…
…
Justo acabo de recordar esa excitación que me envolvió cuando cogí la Navaja de
Gladys… Fue instantáneo. De inmediato cuando la tuve entre mis dedos, me sentí
distinta, algo se quiso apoderar de mí. Digo quiso, porque no se lo permití del
todo, ¿Qué hubiese pasado si le daba rienda suelta a ese impulso sádico que me
solicitaba ir más y más lejos en la piel de Gladys? Aunque apenas rocé la
superficie, sino compensaba esa energía desquitando todo este cúmulo de
emociones, sentimientos, y pulsiones sobre su cuerpo… Acostándome con ella…
Creo que hubiese sido capaz de cometer un crimen con tal de satisfacer el deseo
de ir más allá en su piel… y hablo literalmente, “Ir más allá en su piel” No es
una metáfora, no es poesía, no es una asquerosa frase pseudo-romántica, durante
ese momento tuve una proyección mental… realmente quería abrirle la
piel, crearle un surco en la carne, un
sórdido apetito de ver parte de su interior escapar hacia fuera… ¿Me estoy
riendo?… porque recuerdo parte de mis cursos de la universidad relacionados a
la psicología, y viene a mi mente S. Freud con sus teorías fálicas… acaso haber
sostenido esa navaja en mis manos despertó frustraciones sexuales de mi
¿inconsciente? Reprimidas desde la niñez y que fueron desarrollándose de manera
subyacente… No lo sé… siempre he tenido una predilección hacia las teorías de
Freud… En ellas todo se resume a que las represiones, tarde o temprano buscan
una manera de expresarse y darse a notar, hasta que lo consiguen… creo que
estoy por ese camino…”
Andrés dormitaba bocabajo en su cama, algo le impidió
conciliar el sueño completamente, talvéz había escuchado a Blanca entrar y
mover cosas, o quizá se mantuvo despierto a voluntad para aun no estar dormido
cuando ella llegue. ¿Y para qué esperarla?
Sus ojos entreabiertos como una cámara desenfocada le
mostraban todo borroso y lejano. Parpadeó varias veces hasta normalizar su
vista. Entonces ahí mismo en frente vió el motivo por el cual no había querido
quedarse dormido. Porque de lo contrario se hubiese perdido su programa
favorito en la televisión.
Aquel programa era reciente, había pasado poco más de un
mes desde que se le ocurrió gastar parte de sus ahorros para comprar unas
microcámaras y buscar lugares estratégicos en el departamento donde situarlas.
Fue un lunes que Blanca había salido a estudiar temprano. Andrés trajo consigo
a un técnico de la empresa para que haga las instalaciones, también para que
configure el televisor de su cuarto desde donde se iba a poder visualizar los
distintos puntos en donde la cámara filmaba. El trabajo del técnico no era
hacer preguntas, pero en su rostro había ciertos gestos de extrañeza mientras
instalaba una cámara en un rincón del baño que le permitía un encuadre perfecto
de la ducha. Luego una cámara en la habitación de Blanca para ver la cama, las
otras dos no levantaban el menor cuestionamiento, una en la sala y otra en la
puerta de entrada…
“…
¿Qué estarás haciendo maldito marica que me tienes loca? A veces siento que
suena algo en el piso de abajo y te imagino caminar en tu departamento, cerrar
una puerta, moviendo un mueble, o trabajando con tus maquetas, como hace un
rato. En ocasiones me mantuve con la cabeza fuera de la ventana fingiendo mirar
el paisaje, pero en verdad solo esperaba a que hagas lo mismo y que por alguna
suerte de coincidencia mires hacia arriba y nos miremos y me sonrías. Pero
nunca pasó. Es domingo. ¿Qué habrías estado haciendo anoche? ¿A caso lo mismo?
Embriagarte y dejar que un tipo te lleve hacia tu casa para dejarte tirar. Si
es así entonces debes estar durmiendo en tu cuarto votando baba sobre la sábana
desnudo y bocabajo, miserable después de haberte entregado a otro. Miserable
pero contento, aún con las reminiscencias de su cuerpo sobre el tuyo... si es
así entonces ojala que haya sido el mismo de la vez pasada, porque no me
gustaría que andes tan promiscuo, me siento mejor pensando que llevas una vida
sexual más estable. Lo digo porque algún día serás mío, y no me gustaría
llevarme los restos de ti. Pero algo me dice que eres de las personas que saben
preservar de forma inteligente su esencia. Lo sé porque eso me dijo tu
departamento. Muchas personas entran y salen, y tú siempre terminas por ordenar
todo de tal manera que sólo queda tu esencia, tus pinturas, tus maquetas, tus
planos, no hay influencia de otro por ahí. Eres materia en bruto. Sin duda
alguna te quiero para mí…
… Sé
que Andrés está dormido, por eso después de buscar en mis cajones alguna ropa
cómoda para ponerme después de bañarme, salgo en ropa interior con mi toalla en
el hombro hacia la sala donde está el tocador, el único baño que tenemos y que
compartimos los dos. Al entrar una vez más me cruzo con mi reflejo en el espejo
y veo a esa chica que ésta mañana en el baño de Gladys se puso frente mi con
esa mirada fría aunque deshinbida, que me juzga con sus ojos. ¿Por qué me pasa
esto? Disfruto de esa chica tan sensual que yace al otro lado del vidrio. Sé
que es mi reflejo, pero a pesar de todo siento que ella no soy yo. Ella hace
todo lo que yo hago, entonces permito que mis manos den un breve paseo por la
piel de mis senos, porque ella también lo está haciendo… ¿Cómo se llama esto?
Cuando súbitamente te asalta una rebelación… creo que es una epífanía… la
repentina manifestación de una verdad, ella quiere atravesar el espejo, es un
contacto extraño, es oscuro y sublime a la vez, porque como parte de mi sabe
que soy ella, puedo escuchar lo que piensa. Y me dice -No
tonta, yo no quiero atravesar este maldito vidrio para juntarme contigo,
romperé este vidrio de mierda algún día, saldré y acabaré contigo, ocultaré tu
cadáver en algún lado y recién haré buen uso de tu ridícula vida-. Me da escalofríos. Giro ambas manijas en
la bañera, quiero el agua tibia y a la mitad antes de entrar. Sin embargo antes
cedo al impulso de volver a verla y regreso al espejo, me cautiva su
sensualidad, así como me cautivó la de Gladys cuando la conocí, su libertad.
Ella a pesar de estar limitada al otro lado del vidrio la percibo mucho más
libre, y yo que me encuentro aquí estoy acorralada con ojos invisibles por
todos lados que me espían. Pero juego un rato. Ahí mientras aún te encuentres
sometida a mis movimientos quiero verte disfrutar de ti, y vuelvo a ceder
suaves caricias en tu piel. Desciendo mis manos hacia la piel de tus senos,
desabrocho el sostén, lo dejo caer, bésame… quien seas, bésame, recuesto mi
cuerpo en la pared, sin perderte de vista, es inútil cerrar los ojos, me
alimenta verte, me alimento de ti. Mis senos se endurecen, mis pezones también,
me gustan… Cerré un momento los ojos… recuerdo que cuando estuve en el
apartamento de paulo, noté que su habitación quedaba situada justo debajo de mi
baño, y miro hacia abajo. Caigo en la cuenta de que si es que en este momento
él está durmiendo yo estoy sobre él. Nos separa este piso, miro hacia abajo e
imagino que el piso se desvanece o se vuelve transparente y ahí está. Tal y
como lo imagine hace un momento, bocabajo en su cama. Perfecto. Viene a mi ser
el desorbitante deseo de poder atravesar las losetas y el cemento. Caer sobre
ti. Poder aprovecharme de ti, apretarme en tu piel, abrazar tu calor,
transmitirte el mío, palparte, tocarte. Amarte. Fundirme contigo, poseer tu
carne.
Me he
calentado, no resisto este éxtasis comprimido e ingreso a la bañera sin dejar
de tocarme. Lo sigo haciendo. Pienso en ti sobre mí, pienso en tus labios,
llevo mis dedos a los míos y pienso que mis yemas son tus labios, continúo
descendiendo y es tu boca paseando deliberadamente sobre mi piel. Creo poder
imaginar muy bien cómo debe sentirse tu aliento cosquilleando mi húmedo cuerpo…
mi húmedo sexo… porque estas bajando, y te detienes ahí, te siento plenamente
Paulo, calaste tan profundo en mi mente en mi ser, algún día tienes que ser
mío.
…
Maldita sea… entreabro los ojos y es mi absurda mano tocándome… la masturbación
no tiene nada de malo, pero detesto la realidad de que no estás aquí. Por más
vívidos que sean mis pensamientos ellos nunca superarán la realidad de mi
soledad. Abro completamente los ojos. Este baño de mierda, pequeño, desaseado,
sin el mismo color que cuando tenía los ojos cerrados, todo gris y opaco.
Entonces vuelve a mí esa extraña sensación de los ojos mirándome por todos
lados. ¿Dónde están?
Apresuro
mis movimientos, el jabon el champú, el agua. Mejor termino esto de una vez.
Volteo no hay nadie atrás solo la pared, miro al frente, ¿Qué sucede?”
Desde la otra habitación Andrés ya se había despertado por
completo. Se había acercado a al televisor sentado en el piso con la espalda
recostada en la tarima, puso la opción de pantalla completa para que la imagen
ocupara todo el monitor. La observaba con detenimiento, con lascivia, con
deseo. Todo había estado bien. Hasta que paso algo que no se lo esperaba.
Blanca de pronto empezó a mirar por todos lados, como si intuyera que alguien
más estuviese ahí. Detuvo de manera inesperada sus caricias y ahora se bañaba
de forma apresurada. Vio desesperación y miedo en su actitud. Sin embargo algo
más pasó. Todo el cuerpo de Andrés se estremeció. Tuvo escalofríos cuando
Blanca después de mirar por todos lados, sus ojos dieron justo donde estaba
situada la cámara. Le pareció muy interesante pero perturbador. Imposible que
ella sepa donde estaba oculto ese ojo. Porque él había tenido mucho cuidado. El
aparato estaba dentro de la pared cubierto con masilla. Absolutamente oculto.
Pero ahí estaba el televisor con blanca mirándolo a los ojos. Literalmente
mirándolo. Sabes cuando alguien te mira, los ojos tienen una propiedad no
física, no material, que hace saber que hay una conciencia detrás de ellos. Esa
cualidad se encontraba atravesando el umbral de la lente, el televisor la
distancia. Ella sabía que alguien también correspondía sus ojos. Andrés se puso
de pie presionando el botón rojo del control.