lunes

Un par de peces.

-Me pregunto… -Dijo Fabiana de costado con el rostro hacia la pared, las extremidades encogidas, ya no estaba agitada, la leve brisa de la ventana le había secado el sudor, ahora estaba meditabunda. – ¿Cuán hijos de puta podemos llegar a ser, hasta cuando? “Te aseguro que tenemos para rato” Pensó Adrián moviendo medio milímetro la mejilla en una invisible sonrisa, recostaba la cabeza en un brazo sobre la almohada, la otra mano paseaba con lentitud por la cintura de Fabiana. Abrió los ojos y se dio con su pecera, un rayo de luz que se escabullía de la cortina atravesaba el agua difuminándose, creando sombras ambiguas y deformes en la pared, los peces boqueaban las interminables burbujas que salían de la piedra porosa unida al motor, un eterno zumbar se había esparcido en todo el cuarto. La distensión, el relajo, volvía la mente propensa a caer en absurdas cavilaciones, Adrián no se preocupaba, era típico de Fabiana soltar un comentario así, su cómica culpabilidad, en ocasiones parecía hablar muy enserio, en ese caso sólo quedaba seguirle la corriente sabiendo que tarde o temprano volverían a encontrarse así en el colchón escuchando zumbar el motor de la pecera. Adrián suspiró, imaginó que la esfera de vidrio crecía y crecía tanto que ahora ellos eran otro par de peces flotando suspendidos en una aislada realidad.

-Siempre se te da por ponerte así, siempre.
-¿Acaso no te fastidia nada de esto?
-No siempre, ahorita por ejemplo.
-¿Cómo haces? –La pregunta resonó como un eco en su cabeza. –Verdad, tu no tienes mucho que perder, y aún así lo tuvieses de repente te daría igual.
-No digas eso, no creas que sigo como cuando teníamos quince y todo me llegaba al pincho, te parecerá extraño pero aprecio esta relación, si te detienes a mirar… esto es lo más sincero.
– ¿A que te refieres? ¿Qué hablas? Para terminar contigo aquí escalo mentira tras mentira, una y otra vez. Tu también pero yo más.
-Es cierto, pero pretendía por un instante resaltarnos a los dos, este instante, los momentos que nos permitimos juntos, la plenitud que nos rodea, ni tu me mientes, ni yo a ti, conocemos hasta lo más vergonzoso de ambos, se de todos tus enredos tanto con tu novio, como con la familia, muchas verdades nos unen, verdades que dependen de esas mentiras.
-Mentiras que en cualquier momento se pueden desmoronar junto con las verdades que nos unen, no quiero, me gustaría no correr ese riesgo.
-¿Quisieras ser mi novia?
-No.
-Yo sí, si me gustaría. –Se rió. –Parece que se invirtieron los papeles ¿No? Todavía recuerdo cuando decías estar enamorada de mí.
-Al igual que tu ya no tengo 15 y ni cagando me harás creer que estas enamorado.
– ¿Te gustaría que fuese cierto?
-No, tú aún no terminaste de crecer, mírate, te quedaste sin empleo y ni buscas uno, al parecer ni tus padres te interesan, me da escozor mencionarlo pero mi tío tiene cáncer, ayer hablaba con mi tía y me dijo que tu ni preguntas por él, que te largas temprano a trabajar sin decir nada, ¿Cuánto tiempo seguirás sin decirles que perdiste el empleo? Ahorita podrías estar con ellos en la clínica ayudando en los trámites. –Cobarde, pensó. –Todavía crees que puedes retorcer la realidad hasta amoldarla a tus tontas ideas.
-No pienso renunciar a ese pensamiento, la realidad es como la veas. Hoy le dan de alta, ya vendrán y hablaremos. Ya me llamaron para una entrevista, desde el lunes empiezo a trabajar y todo seguirá igual… bien… ya no nos desviemos tanto.

Sus bocas dejaron de emitir palabras y el zumbido del motor volvió a gobernar la habitación. Los últimos comentarios habían sido algo amargos, incluso las verdades que los unían aunque siendo conscientes de ellas pocas veces las mencionaban, preferían cerrar los ojos, mentirse que todo iba bien, dejar que la esfera crezca, flotar en la pecera entre paredes de vidrio donde afuera todo lucía borroso.

-Hay que levantarnos, ya deben estar cerca. –Dijo Fabiana, al intentar voltearse se destapó toda la pierna, su espalda y glúteos sintieron el cuerpo de Adrián que se había puesto de lado, similar a su postura.
-No te apresures tanto, todavía nos alcanza para uno más.
-No, ya no jodas, mejor levantémonos.
-Enserio, te apuesto que todavía andan lejos.
-Quítate ya, es mejor que de una vez nos levantemos. –Como queriendo apartarlo curvó un poco más la espalda sintiendo su erección queriendo abrirse paso entre las piernas, Adrián le sobó los hombros, se pegó aún más juntando el vientre con su columna, la sintió dulce y tibia, dejó salir un jadeo en su oído derecho, necesitó palpar su cuello con los labios.

- ¡Hay! Pásame mi celular.

Adrián volteó y se inclinó hacia la ropa tirada en el suelo, encontró el jean de Fabiola y sacó el celular. Al tercer timbre contestaron.

-Aló tía, ya estoy llegando a la casa, ¿Dónde estás?
-Hola Fabicita, recién vamos a tomar el taxi con tu tío.
-¿Todo anda bien?
-Si, por favor sólo prende la terma cuando llegues, ahí debe estar Adrián hoy iba salir temprano del trabajo, ten lista la gasa, tu tío se tiene que lavar la herida de la operación.
-Ya tía no te preocupes.
-nos vemos Fabi. –Colgó.
-Yo diría que tenemos algo de cuarenta minutos. –Dijo Adrián besando ahora su nuca.
-Tus peces nos están mirando.
Adrián volteó a verlos, efectivamente los peces apuntaban hacia ellos mostrando una inusual atención.
- ¡no me vas a decir que te asustan!
-Sí, me dan roche, tápalos con algo please.
Adrián se levantó, cogió un polo celeste y lo puso encima de la pecera sin sacudirlos tanto.
– ¡Listo! Ya no te hagas la payasa.
-Ok, ven aquí primito.

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