Una carta.

Sábado, 6:30 pm.

Recuerdo que estábamos en la habitación 302 del hostal al que hemos frecuentado cada fin de semana durante ocho meses.
Saliendo del lugar me pregunté en voz alta si hubiera podido llenar un bidón de agua San Luis, tan solo reuniendo todo el semen eyaculado durante nuestras visitas al hostal (No se por qué se me ocurrió eso). Volteé hacia ti, y tú me lanzaste una mirada que irradiaba tu palabra favorita, “Mongolo”.


Varios minutos antes…

Tú cuerpo yacía bajo el mío con las piernas separadas sobre mis hombros. Acercaba mis labios a los tuyos, me llenabas de saliva la boca, tu lengua se movía delicadamente acariciando la mía.

Te penetraba incesante, friccionando el cuerpo con tu piel como intentado crear fuego. El gozo que emergía de tu ser, lo expresabas en gemidos, al principio eran susurros agitados, pero conforme íbamos subiendo los escalones de la excitación, elevabas el volumen de tu voz.
Los cosquilleos que se esparcían por tu cuerpo te obligaban a coger mis brazos con fuerza, a veces con la yema de los dedos, a veces con las uñas, ambas me encantaban.

Abstraído del mundo, disfrutando tu cuerpo, despertó un impulso sadomasoquista. Cogí tu cabello, hice un puño, y lo jalé hacia atrás. La sonrisa que soltaste fue diabólica (Por si no lo sabías), cerraste los ojos poniendo de costado tu rostro, tensionabas los muslos, me acercabas más a ti.

Recordé algo que te encanta. Decidí hacerlo. Apaciguando el ritmo de penetración, salía casi por completo y luego entraba con rapidez. Entrecerrabas los ojos cuando me sentías adentro. Con la voz gimiente me pedías que lo haga más fuerte, yo encantado obedecía, y tus gritos de placer me saturaron de una euforia incontrolable que me transportó hacia el plano de las sensaciones.

Estaba tendido a tu lado, gotas de sudor se deslizaban sobre mi frente, tú me abrazabas y yo percibía tu agitada respiración.

Al cabo de cinco minutos cuando nos habíamos reconfortado, me dijiste que te escriba una carta para el lunes que cumplíamos nueve meses.
Aquí está, lamentablemente no la tuve lista para el lunes, perdón.

Además me hiciste consciente de que no te había escrito nada desde que regresamos este año. Y eso no es justo.

Sabes, desde que te conocí en el 2007 fuiste como un regalo, a tan solo unos días de empezar el año.

Empezamos dos veces en el mismo mes, traías contigo nuevas experiencias a mi vida. Esta vez he pasado junto a ti gran parte del tiempo, he compartido contigo todo un universo de bienes físicos, emocionales y hasta espirituales.
Tenerte en mi vida me hizo entender que una persona nunca es autosuficiente, siempre necesitamos de otra para sentirnos bien, enamorarme de ti hizo que vea el mundo bajo una óptica diferente, como que hasta lo inerte era capaz de adquirir vida.

Iluminaste ciertas penumbras de mi ser, ahora me conozco mejor, si tú no existieras nunca hubiera experimentado que es amar y sentirme tan libre de reconocerlo.
Has grabado en mi mente y mi corazón, tu nombre, marcaste mi vida con un gran sello. Por eso eres tan especial.