viernes

No volverá a suceder.

Iba detrás en silencio, con la cabeza agachada viendo sus botas avanzar, quería hacerle una última petición pero comprendió que hasta entonces había cometido muchas estupideces, sabía que empeoraría el momento. Oscar caminaba tenso buscando en vano algo en que fijar su atención, dejar de mantenerse alerta al sonido de sus pasos y los sollozos autoreproches que se repetía procurando mostrarse arrepentida, los decía sin querer y en voz baja, a pesar de los cientos de autos pasando en la avenida podía escucharla.

-¡Te puedes callar ya! –Volteó con la brusquedad de un felino. Rebecca se detuvo, evadía su rostro mirando a los costados, movió la boca sin emitir sonido, Oscar leyó entre sus asimétricos labios, “mierda”. Cerró los parpados y al abrirlos habló apresurada.
–Te pediré un favor, juro que después no diré nada más.
-¿Por qué continuas? Me has quitado toda la tarde pidiéndome favores, diciendo que será lo último.
-De verdad que ya nada más. –Juntó las manos como rezando. Que ridícula, pensó Oscar.
-¿Qué quieres?
-No le cuentes, por favor, no le cuentes nada a la señora. –Oscar suspiró despacio, sonrió con malicia. –Es que sino me van a regresar, yo no quiero…

-¡Ya se! –La interrumpió imponiendo la palma de su mano en frente, dio dos amenazantes pasos hacia ella. – Ya me sé la historia ¿No crees que irte seria lo más saludable para ambos? Créeme que ni tu ni yo podremos estar tranquilos, la cagaste Rebecca.
Por debajo de sus mejillas rumbo a los ojos, las lagrimas se abrían paso estremeciendo una a una sus facciones, volteó cubriéndose la cara.
-Maldita sea. –Susurró oscar, la miró de espaldas sintiendo a penas un gramo de tristeza que se desvaneció al seguir caminando.

Cruzando el último parque, imaginaba cada detalle, cada reacción que se desataría al acusarla, no importaba exagerar y mentir, con tal de que desaparezca de su vida cuanto antes. Pasaría las peores vacaciones viéndola a diario, oliendo su perfume barato que deja sabor a golosinas, ingiriendo sus platos, escuchando su voz desentonada.
Se mantenía varios metros atrás, sumisa, irradiando suplicas de perdón. Ya no lloraba, sólo se hacía la compulsiva pregunta de porqué a veces Oscar mostraba señales de aceptarla, durante varios días hubo un invisible flirteo entre los dos, no reaccionó como esperaba, no tenía pensado una escena romántica, tampoco una reciprocidad “También me gustas, te deseo”, quería un rostro avergonzado, unas palabras torpes, nerviosismo, sentir que tenía el control, darle un beso inesperado, y que él se deje llevar.
Una mañana se vio tentada a revisar los archivos de la computadora, apoyó la escoba en la pared, secó sus manos en el mandil. Encontró fotografías de él junto a una chica muy guapa que le besaba el cachete, él la abrazaba riendo con la mirada tierna, cálida. Parecía otro, una versión amigable, su doble salido de un mundo paralelo. Rebecca se había enamorado de su gelidez, no lo imaginaba así. Fijó la vista en la chica hasta plasmarla en su retina. Al mirarse en el espejo detestaba lo que veía, no tenía la piel clara, ni el cabello ondulado, ni los ojos risueños. Cogió su neceser e intentó buscar la forma de tener un aire, cambiándose el peinado, embarrándose de rubor, probando un colorete tras otro, sin conseguirlo. Tiraba de sus cabellos clavando las uñas, deseaba gritar, destruir el espejo, ingresar a la pantalla y destronarla.

Se sirvió un poco de agua del tazón, el chorro frió, aséptico, fluyó apaciguando el agrio sabor que desde las seis había estado incubando. Sus padres miraban una película en la sala, comentaban las escenas, sonreían. No era momento, quizás luego, quizás antes de dormir, no estaba seguro a que hora, pero a mas tardar les contaría todo el la mañana. Caminó al patio, cogió su toalla e ingresó al baño.

El timbre volvió a sonar. El nerviosismo la hacía bailar sobre su sitio como si tuviese ganas de orinar, se comía las uñas, apretaba sus mejillas, la puerta se abrió. La densa tensión que se respiraba era la de siempre, aderezada con los seños fruncidos del señor y la señora Soria. La saludaron, ella respondió con voz apagada y fugaz, se fue a la cocina esperando encontrar platos sucios que la mantengan ocupada. Prendió la luz, recordó que domingo almuerzan fuera. El reloj del horno microondas decía 9:30 pm, nunca llegaba a esa hora, ni por eso le habían reclamado, tal sosiego era extraño, la incomodaba, necesitaba de miradas duras, reproches, bulla, para entender que todo andaba bien. De seguro se están guardando los gritos para mañana, esa vieja es así. Hizo lo mismo que Oscar, bebió agua del tazón mirando con disimulo a las dos autoridades de la casa, planeando qué hacer cuando lo sepan todo. También quería ducharse luego dormir y si fuese posible, no despertar.

Giró al máximo la manija, cerró el agua caliente, la temperatura no tardó en cambiar, se arrimó hacia un rincón hasta sentir las losetas, se escurrió hacia abajo y ahí se quedó, el agua apaciguaba sus tensiones físicas, lo cubría de frescura, pero no era capaz de apagar la ira palpitante en su interior. De no ser por la repentina aparición de Rebecca y su empeño en retenerlo, estaría en ese momento con Elsa, iba ser la segunda cita, pudo haberla besado. Cerró los parpados, intentó adquirir tranquilidad con ejercicios de respiración.

Lentamente su rostro se fue ablandando, la opresión en el pecho se retiraba por cada exhalación, se iban disgregando las nubes negras, la luz que caía en sus pensamientos le permitía ver detalles, aunque desalentadores lo hacían pisar tierra. Era una utopía pensar que hubiese llegado a besarla, la cita pasada había sido desastrosa aún así quedaron verse en el mismo Starbucks en próximo domingo. No era lo mismo, desde que dio fin a su extensa relación con Fátima quedó vacío, le había entregado demasiado, y ese era el motivo de no tener mucho que dar a sus demás intentos.
Abrió los parpados, una pared liquida empañaba su visión, pensó en una cueva dentro de una catarata, sus labios dibujaron una sonrisa endiablada. Luego se percató de estar sentado en el extremo donde Rebecca se echaba champú y jabonaba, levantó una mano, arrimó el plástico, sonaron los ganchos que lo sostenían. Miró ese lascivo rincón de tubitos metálicos bajo el lavatorio, su cómplice un mes atrás cuando ocultó con cautela la cámara digital, aprovechando que la cortina estaba en el patio esperando ser lavada. Por suerte el encuadre filmó del cuello para abajo, justo como lo deseaba.
Aquel video pasó por los ojos de varios de sus amigos. Veían un cuerpo esbelto de tosquedad disimulada, trigueño, que se acariciaba bajo el agua por todas partes, hasta que la lente se empañaba y hacía más interesante la escena pues obligaba a concentrarse ¿Ella es tu empleada? ¿Con ella vives? Está muy buena, decían, a lo que Oscar contestaba en su mente, Si tan solo vieras su cara. Los hechos que precedieron a la filmación eran similares, aunque en vez de la cámara eran sus ojos tras la hendidura de una puerta, observarla realizando sus labores se había vuelto una manía, que ella lo sorprenda mirándole el busto o las nalgas, también.
Tenerla en su cabeza, a veces en sus sueños a cada instante, lo obligaba interrumpir cualquier actividad para encerrarse en el baño, virtualmente hacer con su cuerpo lo que se le antoje, realizar en un instante sus más extravagantes anhelos. Al culminar el viaje, apretando los parpados y los puños, sintiendo de golpe el peso de la realidad, era empapado de una inentendible vergüenza de que su imagen y no la de otra mujer, menos de la que estaba enamorado, haya sido tan eficaz.

Después del baño quedó reconfortado la ira se había ido. A pesar de eso no estaba tranquilo, iba de un lado a otro en su habitación, abría y cerraba los cajones sin buscar nada, cogía libros pero no se concentraba, ni lo mejores autores lograban atraparlo, no lo tenía claro sin embargo lo intuía, los pensamientos luchaban por emerger pero él los volvía hundir, entonces detecto el problema. Los peluches, las cartas, las pulseras, las fotografías de su ex lo miraban desde el velador, la repisa, el closet. Leían su mente, lo invadían.
Se subió en el banco a buscar encima del estante las cajas de electrodomésticos guardadas con esperanza de ser útiles en el futuro, sacó una que tenía el logo de Oster, estaba gris de tanto polvo. La armó y se dedico a desechar los recuerdos. Mucho de ella se mantenía alrededor, su espíritu aún residía en el aire, una minuciosa búsqueda en cada sección dejó la caja rebalsando de objetos, algunos no venían directamente de ella, bastaba con que su forma, color, textura la recuerde.
Bocabajo en su cama dejaba que el tiempo pase entre recuerdos y sensaciones agrias, ahora sin las punzantes miradas sentía el momento más privado. Sus oídos recreaban los movimientos de Rebecca quien hacia sonar la puerta del baño, la silla del comedor, sus sandalias. De forma mecánica se mantenía al tanto de todo lo que hacía, podía verla comer, prender el televisor, darle una ojeada al periódico, suspirar. Le daba ganas de ir ya que tenía la mente más despejada y no pensaba con la misma intensidad en destruirla.
Deslizó la puerta corrediza de vidrio, quitó la toalla de su hombro y estiró los brazos empinando sus pies hasta llegar al cordel, con el rabillo del ojo vio a Oscar ingresar a la cocina con un paquete en manos, pretendió seguir con la mirada arriba, la toalla estaba bien tendida pero ella la seguía estirando y acomodando, lo haría hasta verlo girar e irse, maldecía por dentro.
Dejó el paquete al lado del tacho, se enjuago las manos, cogió el secador que estaba sobre el verdulero muy cerca de la puerta corrediza, se mantuvo ahí como esperando algo, sin mirarla. Rebecca dejó la toalla, cubrió la mitad del rostro con su cabello, apresuró el paso, tensa, como si la esperase una hilera de carbón ardiente, a punto de sobrepasarlo la detiene su brazo izquierdo.
-Espera. –Se humedece los labios, la mirada en el suelo, fija, pensativa. Rebecca coge su brazo e intenta apartarlo, pero este se mantenía tieso e inmóvil.
-¿Qué tienes? –Lo miró confusa. –Déjame pasar.
-Platiquemos, esta tarde no te permití decir mucho, me limite a ignorarte. Ahora me siento bien te puedo escuchar.
-¿Estas loco? Es muy tarde, ahorita se despierta la señora y va pensar mal.
-Conozco el sueño de mis padres, podría asesinarte ahora mismo, y no te escucharan gritar, duermen como piedras. –Su voz era precisa, sonaba sin aturdir, serena, fría, y clara a la vez.
Rebecca retrocedió, se apoyó en la lavadora. Cruzó los brazos, no lo quería mirar cada vez sentía más su halo siniestro.
-Lo poco que te dije era todo, ya entendí que lo único que sientes por mi es rechazo. Ahora si me voy.
-¡No! –Volvió a estirar el brazo. –No entenderías, eres detestable, no me caes para nada, tu forma de ser me irrita, tu voz, tu presencia. –Puso la mano derecha en la frente, miraba el tragaluz, al otro lado en un edificio un hombre en bivirí estaba apoyado en su ventana. Rebecca escuchaba la frustración de su tono, lo creyó típico de él, la estimulaba.
-¿Pero? –Se atrevió a decir, al segundo quiso morderse la lengua. Oscar frunció el seño. –Lo siento. –Que estúpida soy, susurró como para sí misma, esperando que Oscar la haya escuchado.
-La verdad es que eres muy inteligente. –La sorprendió. –sabes manipular, te escondes bajo esa cáscara de niña torpe.
-No hables tan fuerte, creo que escuche algo. –Oscar juntó los labios, no hablaron, en el silencio definieron que el ruido venía de un perro metiendo el hocico en una bolsa de basura. –Mañana tengo que levantarme a las seis, mira que hora es, déjame pasar.
-Vete. –No dijo más, bajó el brazo y se quedo mirando la ventana.

Rebecca prosiguió de frente sintiendo una gran decepción, esa noche no iba dormir, no tenía claro qué le esperaba al amanecer ¿La despedirían? ¿Solo un reproche por haberse quedado dormida? No lo sabía.Antes de cruzar la puerta hacia el comedor escuchó el chasquido del interruptor, los fluorescentes se apagaron. El destello amarillento de un poste cayó sobre Oscar tiñendo su rostro de una apariencia tétrica, sus ojos eran dos hoyos profundos como de calavera, Rebecca miró su boca esperando la abriera para decir algo. Sin quitarla de vista alzó la mano, con el dedo índice juntó la puerta, se acercó más. La oscuridad alborotaba los sentidos, los volvía más sensibles. Las pupilas se dilataban en busca de detalles, respiraban con prisa ensanchando las fosas nasales, el tacto solicitaba roces, la lengua serpenteaba desesperada tras los dientes, cuando lograba salir tan solo mojaba los labios y temerosa volvía ocultarse.Sintió el pulgar del pie palpando el suyo, la sensación subió desmayando todo a su paso, las manos se sobresaltaron, la mandíbula cayó rendida, sus parpados temblaron antes de cerrarse, jadeó soltando un débil quejido ¡Ay! Inclinó la cabeza hacia atrás. Tomándola de los antebrazos se acercó quedando a tres centímetros de su boca, su aliento encalidecía la comisura de sus labios, cosquilleaban sus mejías, sintió el olor a champú, quitó de su frente un cúmulo de cabellos húmedos, rozó con las yemas su cuello, husmeaba su rostro como un curioso animal a su presa dormida. Rebecca extendió la punta de su lengua de inmediato se encontró con la de oscar. Se engulleron meneando las cabezas, desnudando primero sus interiores, mostrándose uno al otro sus verdaderas naturalezas sin miedo a errar, preocupándose por la autosatisfacción. La cocina quedo repleta de solo un sonido, el de los labios presionándose entre sí. Las manos buscaban piel estirando las prendas, apretándolas, queriendo atravesar la barrera, las de ella penetraban sus cabellos, masajeaban el cráneo, se deslizaban por la columna. Las pausas que hacían recordaban a los nadadores emergiendo para tomar una bocanada de aire y continuar sumergidos. No existía la noción del tiempo ni el peligro, los arrastraba una corriente abrupta cuyo cauce era indefinido. Le remangó el polo, descendió explorando sus formas y protuberancias, resbalaba los obstáculos con caricias, saboreando la carne. Con el cuerpo semidesnudo lo empujó y cayeron sobre las frías baldosas, terminó de quitarse el polo, la luz del poste iluminó su cuerpo vibrante de lujuria. Posó las manos en su pecho, Oscar arrimó con los muslos el pantalón, ella se irguió al dejar su sexo resbalar por dentro. Se miraron, verse las caras era verse a sí mismos en un espejo de emociones. Continuó moviéndose, incesante, de forma progresiva, no debía gemir, no debía gritar, cuando no resistía la represión abría la boca pero se tragaba los sonidos, oscar insertaba sus dedos y ella los chupaba y así era más fácil aguantar. Las uñas traspasaban la tela, herían su piel.Levantó el rostro, sonrió al percatarse, Oye un tío nos está mirando. Oscar compartió la risa, De seguro nos ve a medias, pero si sabe lo que estamos haciendo. Se agachó, lo besó mordisqueándolo, se puso de pie apoyada en el lavatorio, oscar se incorporó detrás de ella, acarició sus nalgas, la rozó en el centro resbaladizo de adelante hacia atrás, acariciando su espalda. Entonces hagámosle ver la mejor porno de su vida. “Okay” Contesto Rebecca. Desde la ventana de aquel hombre, veía un cuerpo envistiendo a otro, una cabeza que volteaba a besarlo, unos brazos inquietos que la envolvían, unas extremidades impulsivas revolviéndose. Sus lúbricos empujes la hacían soltar quejidos, el le tapaba la boca, pero al concentrarse en entrar y salir se olvidaba y la dejaba libre otra vez. Su vientre yacía bañado en fluidos que generaban un sonido líquido al hacer fricción, mordía sus hombros, ella endurecía los muslos, se movía junto con él cada vez más rápido, tomaba una mano suya y la llevaba a sus senos, estiraba el brazo hacia atrás hasta sentir la pelvis que como una maquina ciega estaba absorbida en su labor.
El hombre de al frente vio de pronto a Oscar apartándose de la chica y cayendo al suelo, ella se quedo en la misma posición reconfortándose con respiraciones agitadas, girando el cuello con lentitud, hasta que volteó y se sentó.
No decía nada, su pecho se inflaba y regresaba a la normalidad igual al buche de un ave. -¿Feliz? –Dijo oscar. –Te saliste con la tuya.
Ella miraba sus nudillos, se peinaba con los dedos de la otra mano. –Después de esto creo que ya no valdría que me acuses ¿Cierto? –Su rostro estaba metido en las sombras sin embargo sus mejillas la delataron, sonreía.
Pasó una mano por la cara, se deshizo de un chorro de sudor.
–Igual lo haré, no pretendo que esto se repita, es una estupidez.
-¿Pensabas lo mismo cuando estaba encima de ti? ¿O cuando estabas atrás mío?, yo te sentí contento, no creo que me equivoque, además solita no hice todo. Tú ayudaste muchísimo.
-Bien, pasó, me gustó, te gustó. Aquí se acabo. Olvidémoslo.
-Yo no lo olvidare, me acabas de dar muy buenos datos sobre ti, eres un cobarde, y ese defecto te hará mío. –Se levantó, a comparación de Oscar, ella no parecían nada cansada, la bordeaba un aura de seguridad que lo hacia sentir inferior, caminó hacia su ropa, la recogió, no se avergonzaba ni una pizca de su desnudez, Oscar desde que terminó lo primero que hizo fue cubrirse, ella sin vestir se retiró, en su caminar había soberbia, lucía apetecible y toxica ¿En que me he metido? ¿Que se creyó? De todos modos te vas a largar de aquí Rebecca.

10 comentarios:

Noche Hermosa dijo...

Me quedo pensando si tiene continuación...sería interesante.

Saludos J.C.

Atenas dijo...

bueno !!!!
valio la pena la espera creo yo, atrapa no importa si son mas de 10 hojas, que tal seguridad...me gusta mucho !!!

ENCANTADORA DE DEMONIOS dijo...

Me ha gustado muchisimo, pero pienso lo mismo,sería interesante una continuación.
Un besin.

J.C. dijo...

Quizas publique la continuacion, en un futuro muy cercano. :D Gracias por leerme.

Aurora dijo...

Es tan tan... a mi no me gusta leer, me pierdo, me olvido lo que lei. Pero eres tan preciso, que divague por toda la historia sintiendo lo mismo que la chica, aprecio mucho tu forma de narrar.

Fernando Quiroga dijo...

Excelente propuesta...necesariamente, voy a volver. Un abrazo compañero, desde el sur del mundo.

EfeR Soto dijo...

Asu
ahora me voy a SISE bien arrecho :D

Las Lunas de Cleo dijo...

Muy bueno como siempre J.C. Me han gustado los giros mentales que le has dado a los protagonistas :)

Besos!

zayi dijo...

me ha gustado el relato...creo que lo que más me ha gustado es el final...yo, no le haría segundas partes...es demasiado bueno para agregarle una segunda parte...tienes más probabilidad de quitar la magia al hacerlo que de continuarla, pero es mi opinión...supongo que si haces una segunda parte, lo harás igual de bien.
Besitos.

Ignea & Josune dijo...

ummmm...


Beso and saludete.