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Tengo un confuso recuerdo de la niñez, a veces dudo si fue real o fue un mal sueño.
Tenía seis años, mis padres se habían divorciado. Desde ahí nada volvió a ser como antes. En especial para mi madre, quien se volvió una persona fría e iracunda, cualquier cosa era capaz de encender su enojo. Sin embargo en más de una ocasión la vi llorar a escondidas después de castigarme.
Aquella noche la invitaron a una fiesta de reencuentro con su antigua promoción del colegio. Tuvimos que acompañarla pues no tenía con quien dejarnos.
Llegamos a la casa de su amiga Amelia, nos sentó en el sofá. Mirándonos fijamente dijo:
-Nada de estupideces ¡No me hagan quedar mal!
Sentados, inmóviles, observamos lo que pasaba a nuestro alrededor. Viejos gordos, cuarentones, muy risueños. Sacaban a bailar a mi madre y a sus amigas, ellas aceptaban con una sonrisa fingida que poco a poco se fue tornando sincera debido a las copas de champaña. Al cabo de una o dos horas, mi hermano se para y camina hacia la puerta atraído por una silueta que le resultaba misteriosa pero familiar, entonces gritó:
- ¡Papá!
Sin pensarlo corrió hacia él. Al escucharlo salí detrás de mi hermano, ambos abrazamos a nuestro padre, él acaricio mi cabeza con ternura. Yo me sentía alegre, protegida, me di cuenta de cuanto me había hecho falta su afecto.
Mi mamá se acercó a nosotros, su rostro temblaba reprimiendo los miles de insultos que le quería decir.
- ¿Que haces aquí? –Dijo con tono repulsivo.
Fue sorprendente la facilidad con que dio vuelta a sus emociones, hacía solo unos minutos se encontraba llena de júbilo, ahora solo podía ver a una desconocida que me inspiraba miedo.
- ¡Deja a mis hijos! –Gritó, luego nos jaló poniéndonos detrás de ella.
-Lucia. No vine a pelear, no quiero pelear. Sino que también soy un invitado. –Dijo mi papá mostrándose muy sereno.
- ¿Así? ¿Y porque no trajiste a esa putita con la que me engañaste?
- ¡No hables así! Los niños están aquí.
Yo empecé a llorar, mi hermano me abrazo y puso sus manitos en mis orejas para que ya no escuchara más.
Ellos siguieron discutiendo. Mi papá abrió las puertas del auto, entonces yo fui a abrazarlo una vez más porque sabía que no lo volvería a ver en bastante tiempo.
- ¿Hasta cuando seguirás con lo mismo? Ya no tiene sentido. El cariño que tengo por mis hijos es muy aparte de nuestros rencores.
-Imbécil, esto seguirá hasta que te mueras.
Mi madre se altero aun más al ver que mi hermano también iba hacia mi padre. Tomo su cartera y saco un Revolver.
- ¡Deja a mis hijos!
Mi padre la miro asustado, pude ver el miedo en sus ojos al voltear a mirarnos.
Nos subió bruscamente al carro, ambos aterrados nos quedamos observando aquel cuadro a través de la ventana del Volkswagen.
Mi madre aun apuntándole le dijo: ¡Aléjate del auto!
Mi papa avanzo cuatro pasos a la izquierda.
- ¡Por favor cálmate baja eso, los niños te están mirando!
Mi madre intentando sujetar el arma, le temblaban las manos entonces dijo con una voz entrecortada:
-Esta será la última vez, que te vuelves a acercar a nosotros.
Empezó a sollozar Levantando el arma insegura, disparó.
El sonido que hizo la bala al salir del arma fue tan fuerte que estremeció nuestro sentidos, salimos del auto corriendo.
Mi papá callo al suelo automáticamente tan solo con el impacto, con los ojos abiertos llenos de lágrimas, intentaba tocarse la herida, empezó a sangrar...
Los 20 minutos siguientes fueron los más horribles. Todo era gritos, llanto, sonido de ambulancias acercándose, mi mamá desplomada en el piso llorando al lado de nosotros, mi hermano gritando desesperado Papá miles de veces, y yo con los ojos cerrados queriendo despertarme.
Tenía seis años, mis padres se habían divorciado. Desde ahí nada volvió a ser como antes. En especial para mi madre, quien se volvió una persona fría e iracunda, cualquier cosa era capaz de encender su enojo. Sin embargo en más de una ocasión la vi llorar a escondidas después de castigarme.
Aquella noche la invitaron a una fiesta de reencuentro con su antigua promoción del colegio. Tuvimos que acompañarla pues no tenía con quien dejarnos.
Llegamos a la casa de su amiga Amelia, nos sentó en el sofá. Mirándonos fijamente dijo:
-Nada de estupideces ¡No me hagan quedar mal!
Sentados, inmóviles, observamos lo que pasaba a nuestro alrededor. Viejos gordos, cuarentones, muy risueños. Sacaban a bailar a mi madre y a sus amigas, ellas aceptaban con una sonrisa fingida que poco a poco se fue tornando sincera debido a las copas de champaña. Al cabo de una o dos horas, mi hermano se para y camina hacia la puerta atraído por una silueta que le resultaba misteriosa pero familiar, entonces gritó:
- ¡Papá!
Sin pensarlo corrió hacia él. Al escucharlo salí detrás de mi hermano, ambos abrazamos a nuestro padre, él acaricio mi cabeza con ternura. Yo me sentía alegre, protegida, me di cuenta de cuanto me había hecho falta su afecto.
Mi mamá se acercó a nosotros, su rostro temblaba reprimiendo los miles de insultos que le quería decir.
- ¿Que haces aquí? –Dijo con tono repulsivo.
Fue sorprendente la facilidad con que dio vuelta a sus emociones, hacía solo unos minutos se encontraba llena de júbilo, ahora solo podía ver a una desconocida que me inspiraba miedo.
- ¡Deja a mis hijos! –Gritó, luego nos jaló poniéndonos detrás de ella.
-Lucia. No vine a pelear, no quiero pelear. Sino que también soy un invitado. –Dijo mi papá mostrándose muy sereno.
- ¿Así? ¿Y porque no trajiste a esa putita con la que me engañaste?
- ¡No hables así! Los niños están aquí.
Yo empecé a llorar, mi hermano me abrazo y puso sus manitos en mis orejas para que ya no escuchara más.
Ellos siguieron discutiendo. Mi papá abrió las puertas del auto, entonces yo fui a abrazarlo una vez más porque sabía que no lo volvería a ver en bastante tiempo.
- ¿Hasta cuando seguirás con lo mismo? Ya no tiene sentido. El cariño que tengo por mis hijos es muy aparte de nuestros rencores.
-Imbécil, esto seguirá hasta que te mueras.
Mi madre se altero aun más al ver que mi hermano también iba hacia mi padre. Tomo su cartera y saco un Revolver.
- ¡Deja a mis hijos!
Mi padre la miro asustado, pude ver el miedo en sus ojos al voltear a mirarnos.
Nos subió bruscamente al carro, ambos aterrados nos quedamos observando aquel cuadro a través de la ventana del Volkswagen.
Mi madre aun apuntándole le dijo: ¡Aléjate del auto!
Mi papa avanzo cuatro pasos a la izquierda.
- ¡Por favor cálmate baja eso, los niños te están mirando!
Mi madre intentando sujetar el arma, le temblaban las manos entonces dijo con una voz entrecortada:
-Esta será la última vez, que te vuelves a acercar a nosotros.
Empezó a sollozar Levantando el arma insegura, disparó.
El sonido que hizo la bala al salir del arma fue tan fuerte que estremeció nuestro sentidos, salimos del auto corriendo.
Mi papá callo al suelo automáticamente tan solo con el impacto, con los ojos abiertos llenos de lágrimas, intentaba tocarse la herida, empezó a sangrar...
Los 20 minutos siguientes fueron los más horribles. Todo era gritos, llanto, sonido de ambulancias acercándose, mi mamá desplomada en el piso llorando al lado de nosotros, mi hermano gritando desesperado Papá miles de veces, y yo con los ojos cerrados queriendo despertarme.
4 comentarios:
asu, que buena, me gusta como escribe esta chica...
que capacidad de transmitir, esa que siente la niña cuando ve a su madre, cuando corre a abrazar a su padre...
muchos aludos para ella y un besito para ti..
Se lee muy, muy real.
Un texto muy bueno,escrito con gran claridad y precisión en los detalles.
Lástima que estas historias cobren vida fuera de una pantalla...
Besos!
Hola, para empezar vi tu blog y es alucinante, pz lo q publikaz tiene un contenido muy bueno.
y para terminar, entre a misabueso.com ojalá encuentres lo q necesitaz.
hasta pronto.
Atte.: GabriCrist
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